El ideal de belleza cambia continuamente, en lo que se desarrolla como un delicado equilibrio entre factores estéticos, de moda y la salud de las personas. La presión social lleva a que numerosas personas busquen modificar su aspecto para sentirse aceptadas, o para adecuar su apariencia a una noción de belleza que dista mucho de un modelo que pueda alcanzarse en la vida real.
En este sentido, la tarea de los médicos especialistas en cirugía cosmética es muy delicada. Por un lado, deben satisfacer los deseos y demandas de sus pacientes. Por el otro, tienen que lidiar con situaciones que requieren un enfoque multidisciplinario, que comprende tanto a la medicina como a la psicología y al conjunto del sistema educativo.
Cosmética y psicología: dos disciplinas que van de la mano
El trabajo de los profesionales de la estética, como los de https://motiva.health/es/, tiene por objetivo hacer frente a las necesidades de sus pacientes en materia de intervenciones para modificar su apariencia, preservando su salud. En ningún caso puede reemplazar la asistencia psicológica a personas que sufran algún tipo de trastorno de imagen.
Si bien los cirujanos tienen que lidiar con aspectos emocionales, relacionados con las aspiraciones y expectativas de sus pacientes, la labor terapéutica de un psicólogo es complementaria. Los cambios en la apariencia física pueden tener efectos significativos sobre el modo en que las personas se perciben a sí mismas, por lo que es necesaria una evaluación psicológica preliminar.
De esta forma, los médicos pueden constatar que no existan problemas subyacentes que comprometan el bienestar del paciente luego de la intervención. En el caso particular de la cirugía reconstructiva, al tratarse de operaciones que no tienen una finalidad únicamente estética sino que también buscan recuperar funcionalidad, el acompañamiento psicológico es vital para que el paciente pueda hacer frente a su nueva imagen sin consecuencias negativas.
Esto se sostiene asimismo en el caso de intervenciones destinadas a la pérdida de peso, como la cirugía bariátrica. El cambio radical en el aspecto físico que experimentan las personas que se someten a estos procedimientos puede afectar su estabilidad emocional. Por este motivo, el tratamiento psicológico debe desarrollarse codo a codo con los controles médicos de rutina durante la recuperación del paciente.
La educación como factor de prevención
En este aspecto, el rol que cumple el sistema educativo es esencial para transmitir a los niños y jóvenes valores que combatan la discriminación por motivos estéticos. La aceptación del propio cuerpo es un proceso arduo, particularmente entre los adolescentes, y la interacción con los pares puede reforzar la visión negativa sobre defectos reales o percibidos.
Evitar que se desarrollen problemas de este tipo es un paso fundamental para facilitar la tarea de los profesionales médicos. Se trata de un proceso que requiere un cambio social importante que puede demandar varios años hasta convertirse en realidad.