Es comprensible que una persona, cuando va al psicólogo, se sienta incómoda, especialmente si son sus primeras veces. Hablar con una persona desconocida acerca de la vida, de los miedos, inseguridades, inconformidades, o temas a mejorar, resulta complicado. Y esa es una de las razones por la que muchas veces el paciente no escucha al psicólogo. Son bloqueos, que forman parte de la dinámica de la psicoterapia y que un buen profesional puede sortear.
Sin embargo, una de las claves al comenzar una psicoterapia es aprender a escucharse. Viéndolo desde el punto de vista educativo, el momento de la psicoterapia es un lugar donde la persona puede aprender a escuchar lo que siente, y posteriormente, escuchar las posibles herramientas que tiene para trabajar esas situaciones.
Liberarse de bloqueos
Existen muchas personas con una carga emocional muy fuerte, que creen que no merecen escucharse a sí mismas. En esos casos, una de los elementos más importantes a desarrollar en el transcurso de las sesiones es el hecho de que hay que liberarse, de forma gradual, de los bloqueos autoimpuestos para empezar a sanar. De esta manera, se podrán escuchar las inquietudes internas y eso llevará a que se puedan plantear con claridad.
No tener temor de escuchar
El psicólogo, a veces, puede decir cosas que resulten incómodas. Justamente ese puede ser su trabajo: a través de sus herramientas, el psicólogo es capaz de ver cuáles son los problemas que no están a simple vista, y es importante escucharlo. Un profesional de la psicología no dice esas cosas para generar incomodidad, sino para poder ayudarnos a sortear la situación que se enfrenta.
Evidentemente, esta confianza y esta disposición a escuchar lo que dice el profesional no se genera de un día para otro. Aquí es donde entra la confianza como clave, pues si existe una buena relación de confianza con el psicólogo, se podrá asimilar que lo que dice tiene un fin positivo.
Encontrar el balance
Escuchar y escucharse son dos de las palabras más importantes en el transcurso de la psicoterapia. Tanto paciente como psicólogo deben estar dispuestos a escuchar, escucharse y rectificar cuando lo consideren necesario. Todo se trata de un balance, al que se aspira llegar para beneficio del paciente y del rumbo de su vida.